20110826

Borges: el hombre, el escritor, el genio

 

El pasado 24 de agosto se conmemoraronn 112 años del nacimiento de Jorge Luis Borges, escritor argentino, un hombre que hoy sigue trascendiendo toda barrera geográfica, temporal, política e ideológica y es recordado por sus grandes obras.

 

Intentar escribir un artículo sobre Jorge Luis Borges representa un gran desafío y es que al pronunciar “Borges” se cruzan en la mente un sinfín de calificativos con los cuales se podrían describir al gran escritor argentino, para quien suscribe el mejor sería: genio.

Sus primeros años.
Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899, con solo ocho meses de gestación, en una pequeña casa porteña, clásica, con patio y aljibe (elementos que se repetirían una y otra vez en sus obras, empezando por el poemario Fervor de Buenos Aires, su primer obra publicada).

Su casa natal estaba ubicada en el número 840 de la Calle Tucumán, aunque su infancia transcurrió algunas calles más al norte, en el 2135 de la Calle Serrano del barrio Palermo.  La relación de Borges con la literatura comenzó a muy temprana edad, siendo que a los cuatro años ya sabía leer y escribir. Debido a que en su casa se hablaba tanto español como inglés, Borges creció como bilingüe.
Con tan sólo 6 años escribió su primer relato, al mismo tiempo que esbozaba en inglés un breve ensayo sobre mitología griega. Con tan sólo nueve años tradujo del inglés el cuento El Prícipe Feliz de Oscar Wilde, texto publicado en el diario El País, con la rúbrica de Jorge Borges (h).

Del barrio de Palermo, en aquellos años un barrio de inmigrantes y marginales, Borges conoció las andanzas de los compadritos, que luego poblaron sus relatos. El joven Borges ingresó directamente al cuarto grado cuando le tocó el tiempo de entrar a la escuela.

El inicio de su educación formal a los 9 años y en una escuela pública fue una experiencia traumática para Borges, los compañeros se mofaban de aquel sabelotodo, que llevaba anteojos, vestía como un niño rico, no se interesaba por los deportes y hablaba tartamudeando. Durante los cuatro años de su permanencia en ese colegio, Borges no aprendió mucho más que algunas palabras en lunfardo y varias estrategias para pasar desapercibido.

Con tan sólo 15 años (en 1914), la familia Borges debía migrar a Europa para que el padre del escritor pudiera encontrar tratamiento a una enfermedad que lo aquejaba y que poco lo iba dejando ciego, enfermedad que el mismo escritor padecería años después. Para refugiarse de la Primera Guerra Mundial, la familia decidió establecerse en Ginebra, Suiza.
Google recordó el nacimiento del escritor

En la ciudad helvética Borges  retomó sus estudios, pero, a diferencia de su antigua escuela, ya no se burlaba de su forma de hablar o de vestir, sino que se había convertido en el centro de atención y admiración de sus compañeros.

Durante esa época leyó sobre todo a los prosistas del Realismo francés y a los poetas expresionistas y simbolistas, especialmente a Rimbaud. A la vez, descubrió a Schopenhauer, a Nietzsche, a Carlyle y a Chesterton. Con la sola ayuda de un diccionario aprendió por sí mismo el alemán y escribió sus primeros versos en francés.

Con el fin de la guerra, la familia Borges se trasladó a España en 1919, donde escribiría dos libros que no fueron publicados, uno de ellos "Los ritmos rojos", poemas de elogio a la revolución rusa.

El 4 de marzo de 1921, junto con su abuela paterna —Frances Haslam, quien se les había unido en Ginebra en 1916— sus padres, su hermana y Borges se embarcaron en el puerto de Barcelona en el Reina Victoria Eugenia, que los devolvería a Buenos Aires. En el puerto los esperaba el escritor, filósofo de la paradoja y humorista surreal Macedonio Fernández, cuya amistad Borges habría de heredar de su padre.

Sus obras

El contacto con Buenos Aires, a la que por fin sentía suya, encendió en el escritor una mecha de inspiración que habría de apagarse sólo con su muerte.

En 1923 publicó Fervor de Buenos Aires, poemario al que muchos consideran como su primera publicación. A partir de ese momento Borges comenzaba a brillar como la estrella más fulgurante del cielo literario latinoamericano.

Su amplia obra abarcó miles de poemas, cuentos, ensayos y críticas, géneros estos dos últimos que lo llevaron mucha veces a generar polémicas con contemporáneos, pero también la admiración de miles, entre ellos Mick Jagger, cantante de los Rolling Stones, banda de la cual el escritor se declaraba admirador al igual que de Pink Floyd. Entre las obras (sería imposible detenernos a detallar todas sus obras en un espacio tan reducido) podríamos citar: Discusión, un libro de ensayos y críticas culturales, políticas e incluso de cine; Fervor de Buenos Aires, El Aleph.

Es considerado como uno de los eruditos más grandes del siglo XX, lo cual no impide que la lectura de sus escritos suscite momentos de viva emoción o de simple distracción. Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, silogismos ornitológicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, thrillers teológicos, nostálgicas geometrías y recuerdos inventados son parte del inmenso paisaje que las obras de Borges ofrece tanto a los estudiosos como al lector casual. Y sobre todas las cosas, la filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y la poesía, la forma suprema de la racionalidad.

Siendo un literato puro pero, paradójicamente, preferido por los semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos, Borges ofrece —a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y de la belleza de su poesía— una obra que hace honor a la lengua española y la mente universal.

Ciego a los 55 años, personaje polémico, con posturas políticas que le impidieron ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante casi treinta años (según varios libros escritos sobre el literato, entre ellos Why Borges?, el haber aceptado un premio del gobierno militar de Augusto Pinochet lo condenó a recibir la precea máxima de la literatura mundial), Borges siempre soñó con que la posteridad le perdonara sus errores y le concediera la gloria de que se lo recordase por sus mejores textos, un sueño que ampliamente se le ha cumplido.

Borges, hombre de extrema humildad, reacio a los halagos, siempre se mostró como un hombre al que le gustaba aprender; un hombre de una doble personalidad, cual Jekyll y Hyde, imagen viva del dualismo humano que tanto admiraba y que lo empujó a zambullirse en las influencias de grandes como Stevenson, Poe y otros, como se describe en Borges y Yo